Loxosceles rufescens (Dufour, 1820)

Detalle del dorso. Se observa la zona más oscura en forma de violín en el prosoma de la araña.

Macho.

Aquí tenemos a una araña que merece una mención especial. Pertenece a la familia Sicariidae. Conocida vulgarmente como araña reclusa parda mediterránea, tiene la picadura, en teoría, más peligrosa de las arañas de la Península Ibérica. Últimamente se ha dado en llamarla «araña de rincón», término ambiguo y poco recomendable desde mi punto de vista (ver «arañas de rincón«). Parece ser la única especie del género Loxosceles en la península, género que cuenta con algunas de las arañas más venenosas del mundo, junto con el género Latrodectus (viudas negras) de la familia Theridiidae. No obstante, como explico más adelante, el veneno de nuestra Loxosceles rufescens no es tan peligroso como el de sus primas americanas.

Hembra

Esta araña habita en las zonas cálidas de nuestra península (área mediterránea y zona sur). Aunque su estado natural es salvaje, en ocasiones puede ubicarse en los hogares, donde encuentran temperaturas adecuadas para sobrevivir al invierno. Reconocible por su dibujo en forma de violín sobre el dorso del prosoma, rasgo característico de una araña de tamaño medio y de largas y finas patas del mismo color que el prosoma (de pardo a rojizo claro, aunque más oscuro normalmente que el opistosoma). Suele presentar una mancha cardíaca grande aunque en muchos casos el color de la misma no destaca mucho o nada sobre el opistosoma. Presenta 6 ojos distribuidos en tres pares del mismo tamaño, un par central y dos laterales.

Hasta el año 2014 no había visto más que un puñado de estas arañas, parecía poco común. Siempre en los alrededores de mi pueblo (El Provencio, Cuenca) o de San Clemente, excepto en una ocasión en Ciudad Real. En todos los casos muy bien escondida bajo piedras. Es extraño pero siempre la había visto en invierno (pese a ser una araña que, en teoría, prefiere zonas con inviernos suaves y aquí nos metemos bajo cero sin problemas), nunca en otra estación; quizá porque el frío del invierno me hace buscar entre las piedras para poder encontrar invertebrados, cosa que no suelo hacer en verano. Sin embargo, a lo largo de 2014 me encontré con una gran cantidad de estos ejemplares en lugares tan cotidianos como el baño (3 ejemplares distintos), la cocina (1) o en el propio trabajo (2). También en todas las estaciones del año, correteando por el suelo o la pared de la casa. Quizá el hecho de que se tratara de un año seco y caluroso haya contribuido a la proliferación de esta especie, y su búsqueda de zonas con temperaturas más frescas ante el calor, la haya acercado a las residencias. Desde entonces ha seguido apareciendo en casa de vez en cuando, volviéndose ‘demasiado cotidiana’.

He comprobado su gran resistencia al frío, pues, aunque inactivas, sobreviven a heladas ocultas bajo una simple piedra a la intemperie.

Loxosceles rufescens.

La picadura de esta especie  puede provocar un cuadro clínico denominado loxocelismo cutáneo que, en los casos más graves, puede provocar gangrena. Pese a que un picotazo suyo no es plato de gusto (aunque no es doloroso) y a sus desagradables efectos, su peligrosidad dista mucho de la de sus primas africanas y, especialmente, americanas, que son bastante más venenosas, pudiendo poner la vida en peligro en determinados casos. No son especialmente agresivas pero en algunas zonas tienen la costumbre de esconderse en rincones oscuros de la casa, pudiendo provocar un encuentro accidental.

En pleno boom mediático tuve la oportunidad de conocer un caso de picadura de Loxosceles rufescens, que además ha facilitado algunas imágenes del proceso de la lesión desde el inicio asintomático, hasta la curación tras un mes:

Pese a lo llamativo de este y otros ejemplos, parece que la picadura de nuestra Loxosceles en la mayoría de los casos no produce consecuencias serias. Si bien sigue siendo un tema muy polémico y falto de estudios en profundidad.

Conviene no confundirla con otra araña doméstica muy común en los rincones, de la familia Pholcidae, también de patas largas, pero totalmente inofensiva, y que hace telas en los rincones de la casa, por las alturas.

Su actividad es principalmente nocturna. De día suelen estar escondidas en cualquier grieta o agujero que les permita cobijarse.

Parece haberse producido un aumento de la población de esta especie en  toda la mitad sur peninsular desde primavera de 2.014, aunque quizá sea más acertado decir que lo que ha aumentado son los casos de contactos accidentales con humanos. Desde entonces su presencia como tema de conversación en las redes se ha hecho viral, a menudo de forma poco afortunada. Para ayudar a la gente a tener un conocimiento más profundo de la especie ibérica, su identificación, distribución y biología en relación a las especies americanas, os sugiero estos  enlaces:  el técnico ambiental y 12 preguntas y respuestas sobre el caso de las arañas reclusas en Sevilla.